¡Qué disparate! Otro año que se nos ha escapado de entre los dedos. Sin darnos cuenta, de manera traicionera y alevosa, aquel folio en blanco que nos pasaron el primero de enero pasado se ha ido amarilleando, llenando de anotaciones, borrones y hasta algún tachón. Lo hemos manchado de sudor y alguna lágrima, y es que este 2011 ha sido durito, muy durito. Para unos más que para otros, como siempre.
Los que, afortunados nosotros, trabajamos, lo hemos hecho este año más duramente que nunca. Levantando muy poco la vista del frente, apretando los puños y, en muchas ocasiones, desesperando de ver la luz al final del túnel. Pero aquí estamos. Y que me quede como estoy, ahí coincidimos todos. Por eso, ahora que se acaba el año, me van a permitir ustedes que escriba mi carta a los Reyes Magos, a la Befana, a Santa Claus, al Olentzero, o a quien pueda interesar, que con la que está cayendo, cuantos más sean y más colaboren, mejor.
Primero quiero calma. Que no va todo tan mal. Cada dos por tres sale algún gurú listísimo, o un gran entendido en bolsa, de lenguaje docto y normalmente incomprensible, encogiendo el corazón a propios y extraños con previsiones apocalípticas sobre un futuro financiero negro como la pez e inexorable como el tiempo. Y mientras tanto, aquí seguimos, porque perdonará el lector mi total incultura económica, pero si algo me queda a mí claro de la crisis esa y de la prima de riesgo aquélla, es que no está en nuestras manos de manera inmediata influir en ellas.
Así es que calma, que nos hace mucha falta, y aún queda cuesta por delante. Además, quiero visión en las empresas. La visión necesaria para poder alzarnos sobre las puntas de los pies y ver mejor el panorama. Como hacíamos de pequeños ante el paso de la cabalgata de Reyes. Con la esperanza de que el rey mago de turno nos distinguiera entre las miles de caritas ilusionadas con un guiño o una sonrisa. Como hacen ahora nuestros hijos. Por ellos. Visión, señores, que esto no acaba aquí. Vista al frente, la mirada clavada en el horizonte, donde escampa la tormenta. Que escampará.
Que nos centremos en lo que tenemos y no en lo que deberíamos tener, ni mucho menos, en lo que merecemos
Para los tragos amargos que sin duda nos esperan en las agendas, pido para todos nosotros madurez en el desempeño de nuestras responsabilidades profesionales. Que nos centremos en lo que tenemos y no en lo que deberíamos tener, ni mucho menos, en lo que merecemos. Madurez, también, para asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde en lo que hemos hecho y sobre todo, en lo que nos queda por hacer, que no es poco. Puestos a pedir, pido que nos traigan memoria y solidaridad. Porque todos tenemos en nuestro entorno a alguien con el agua al cuello. Todos. Familiares y amigos, ex compañeros, subordinados o jefes, que como decía antes, no tienen la suerte que tenemos los que seguimos trabajando.
Profesionales de gran talla, con trayectorias impecables, que por primera vez en su vida, tienen que llamar dos veces para que alguien les devuelva la llamada. Pues memoria para acordarnos de todos ellos. A través de mi experiencia en outplacement, conozco el tema de primera mano y sé de lo que hablo: para reincorporarse al mercado laboral, el apoyo de la red de contactos es clave. Que por nosotros no quede. Y para terminar, he dejado lo más importante.
El sentido del humor en el trabajo, algo tan fugaz y refrescante como la risa, ese don único y maravilloso del ser humano, está más presente en las compañías de mayor nivel de éxito
Quiero pedir más sentido del humor en el trabajo. No es una frivolidad. Es una necesidad vital, créanme. Precisamente habida cuenta del amargo momento que atravesamos. Miren ustedes, yo este año he colaborado en diversos proyectos de consultoría en múltiples firmas, de diferentes sectores. El sentido del humor en el trabajo, algo tan fugaz y refrescante como la risa, ese don único y maravilloso del ser humano, estaba mucho más presente en las compañías de mayor nivel de éxito.
Desconozco si como consecuencia o como síntoma, pero ahí estaba, en forma de sonrisa, de broma amigable, de carcajada incluso. A la prima de riesgo famosa le dará igual. Seguro que la bolsa ni se inmuta. Pero con ese poco más de sentido del humor que nos hace tanta falta a todos, estoy firmemente convencido de que tendremos más posibilidades de cumplir ese deseo que tantas bocas amigas nos van a repetir estos días. Próspero año 2012!
Fuente: Expansión
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miércoles, 4 de enero de 2012
Quiero pedir más sentido del humor en el trabajo
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