miércoles, 27 de marzo de 2013

"No te pagamos por trabajar aquí"

Babak Nivi y Naval Ravikant, los autores del blog para emprendedores 'Venture Hacks', titulaban así uno de sus artículos acerca del poder motivador -o no- del dinero en el trabajo. Esto nos lleva al eterno dilema de si prefieres un empleo que te hace feliz, aunque el sueldo no sea bueno, o un puesto que aborreces en el que ganas mucho.

"Un aumento es sólo una motivación por treinta días. Después de todo, se trata sólo de tu sueldo”. Esta frase de David Russo, vicepresidente de recursos humanos de SAS Institute, es una de las favoritas de Babak Nivi y Naval Ravikant, los autores del blog Venture Hacks. Y ellos la han sacado de Hidden Value, un bestseller escrito por Charles A. O’Reilly y Jeffrey Pfeffer que explica cómo el dinero por sí solo nunca puede motivar el alto rendimiento profesional.
La tesis de O’Reilly y Pfeffer coincide básicamente con la de aquellos que calculan que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo dura tres meses. Según la mayor parte de estudios al respecto, queda claro que el dinero no es nunca el principal factor motivador. De hecho, un estudio de la Universidad de Princeton, dirigido por Daniel Kahneman, asegura que a partir de unos ingresos anuales de 75.000 dólares no hay mayores consecuencias en términos de felicidad, estrés, disfrute o frustración.
Todas estas teorías y cálculos nos llevan al dilema de si es preferible trabajar en algo que no nos gusta demasiado, o que aborrecemos, siempre que se gane mucho dinero, o si es mejor tener un empleo seguro que nos satisfaga plenamente, aunque esté mal retribuido. Las ocupaciones que producen más satisfacción son las que implican un mayor grado de realización personal, y se basan por tanto en las actividades que aportan un alto valor. El dinero, fnalmente, no tiene mucho que ver con la satisfacción en el trabajo.
La moneda de cambio en el mercado del talento ha sido siempre el salario. Talento a cambio de dinero. Y eso no funciona, porque cuanto más se ofrece, más quieren las personas. Dando más y más, la motivación y el compromiso no aumentan. No se trata de otorgar menos, sino de dar diferente. Cuanto más se tiene, más se quiere, las expectativas son muy elevadas y más difíciles de satisfacer.
Se tiende cada vez menos a preferir un buen sueldo a tener un trabajo que a uno le haga feliz. Hay que ser consciente de que esta será una relación a corto plazo en la que, básicamente, se consiguen mercenarios. Cuando tenemos empleados en jaulas de oro, lo lógico es que el rendimiento sea más bajo. Las organizaciones que pagan mucho suelen ser aquellas que, por su nombre o situación de mercado, están en una posición de riesgo, y sus tasas de rotación son muy elevadas.
Babak Nivi y Naval Ravikant aseguran en Venture Hacks que "estamos motivados para trabajar eficazmente y rendir a un alto nivel cuando nuestro trabajo expresa quiénes somos; cuando los objetivos del negocio de nuestra compañía tienen significado para nosotros; y cuando sentimos que somos valorados como personas, y no sólo como agentes económicos". La cuestión es que el dinero es un motivador muy débil o, dicho de otro modo, resulta ser un terrible motivador: Por sí mismo, el dinero motiva sólo a la gente inadecuada para hacer cosas incorrectas que sólo buscan ganar dinero.
Fuente: Expansión

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