Imagina que llegas a una entrevista de trabajo para la que te has
estado preparando y el entrevistador fulmina de un plumazo todas tus
expectativas de lograr el puesto con preguntas tan crueles como absurdas e
inexplicables, del tipo: “¿Cuántas vacas crees que hay en Canadá”; o “¿qué
canción describe mejor tu ética en el trabajo?”.
Quizá pienses que esto no
es posible, pero se trata de preguntas reales en entrevistas concretas –la
primera a un candidato para trabajar en Google, y la segunda de un
entrevistador de Dell– recopiladas en la edición de 2013 por el portal de
empleo Glassdoor, que realiza cada año una selección de disparates similares
a las de respuestas absurdas que los alumnos ineptos dan en ciertos exámenes.
Otros años, las perlas de
selección tampoco desmerecían: en British Petroleum se le preguntó a un
ingeniero en prácticas “cuántos voltios se necesitan para hacer funcionar un
equipo de perforación en alta mar”; y los entrevistadores de la consultora
A.T. Kearney han usado cuestiones del tipo “qué tamaño tiene el mercado de
sillas de ruedas en Shanghai” para cubrir posiciones de analista de negocio.
No pasa
nada...
Por increíble que parezca,
el hecho de que una compañía sea proclive a utilizar entrevistas de trabajo
muy duras para los candidatos no quiere decir que sea un mal lugar para
trabajar. Según Glassdoor, hay empleados satisfechos con las empresas que
figuran entre estas compañías que utilizan la modalidad cruel de ‘interrogatorios’.
“No
deben hacerte preguntas sobre tu salud, origen étnico o extracción social. El
reclutador tampoco puede tomar decisiones en función de la fotografía que
adjuntes con el currículo ni por causa de la edad (por exceso o por defecto).”
Para muchos, las
cuestiones complicadas permiten encontrar precisamente a los candidatos
idóneos, y esto ayuda a los futuros empleados a decidir desde el primer
minuto si están en el lugar en el que realmente están dispuestos a trabajar.
El encuentro complicado
con un entrevistador debe valorarse en un escenario como el actual, en el que
se cuestiona la validez de las entrevistas de trabajo para comprobar
eficazmente determinados aspectos del candidato, ya que no se puede afirmar
que después de este proceso es posible conocer perfectamente a la persona. Se
pueden revisar proyectos clave, experiencia, magnitudes gestionadas, y
dibujar un determinado perfil personal previamente medido con otras
herramientas, pero hoy se tiende más a indagar en las habilidades de los candidatos.
En el nuevo escenario
cambiante del mercado laboral en el que las soluciones tradicionales son cada
vez más ineficaces parece que el currículo y la experiencia real son
condiciones necesarias –aunque ya no son suficientes– para que el profesional
acceda al momento decisivo de la entrevista.
Cada vez más reclutadores
optan por bucear en la personalidad y valores del candidato para comprobar si
es la clase de empleado que necesitan. Atender a esos aspectos personales
evita algunos errores en la selección, y ayuda a valorar si el profesional
encaja en la cultura corporativa.
Más presión
En todo caso hay quien
defiende que la entrevista sea un tanto incómoda para el entrevistado, porque
en esa situación es posible ver cómo reacciona cuando todo se complica. Meter
presión para advertir la reacción del empleado potencial puede resultar útil.
La entrevista tradicional
está obsoleta. Ya no vale aceptar que lo que ha conseguido una persona en el
pasado sirve para prever lo que obtendrá en el futuro.
Entre las nuevas
capacidades exigidas en el mercado de trabajo en constante evolución se
valora cada vez más a las personas que aprenden rápidamente (learning
agility). Los profesionales con esta capacidad son clave, porque aportan
soluciones e innovación más rápidamente para afrontar los nuevos retos.
Fuente: Expansión
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jueves, 21 de marzo de 2013
¿Para qué sirve ser muy duro en una entrevista de trabajo?
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