Una y otra vez, cada año el mismo propósito. «Esta vez voy a aprender inglés, de verdad», se repetía siempre a principios de enero Alberto, director de compras de una gran superficie.
Aprender un segundo idioma es una tarea ardua que requiere de un enorme esfuerzo, sacrificio y disciplina. No existe una receta mágica ni una fórmula oculta que está en poder de unos pocos. Si, por esas cosas que tiene la vida, usted se encontrara con una lámpara maravillosa de la que saliera un genio capaz de concederle tres deseos o, más bien, tres habilidades para poder desenvolverse en un contexto de habla inglesa ¿qué pediría? Piénselo durante unos segundos porque ésta es una oportunidad que no se va a presentar dos veces. Si yo estuviera en su lugar solicitaría estas tres capacidades: oído, confianza al hablar y agilidad con la gramática básica.
El oído es básico porque sin un alto nivel de comprensión auditiva los demás aspectos clave pierden su utilidad. La capacidad auditiva es la variable más importante a la hora de dominar las situaciones de comunicación en inglés. Es importante interiorizar este aspecto porque el español medio carga las tintas en ampliar su vocabulario y en aprender cada vez más teoría gramatical, pero sin entender lo que nos están diciendo no vamos a ser capaces de contestar.
Esta fluidez auditiva se adquiere exponiendo el oído al idioma real y nos dotará de la capacidad de captar a la primera los significados y los distintos matices. La segunda de las prioridades es la soltura y la confianza al hablar. En este apartado nos encontramos con un enemigo muy español: el miedo al ridículo y la vergüenza. Aunque parezca una contradicción en boca de un profesor de inglés, que además es lingüista, le propongo que se lance, que no le importe demasiado el hecho de cometer errores y que dé todas las patadas al diccionario como guste. El objetivo que perseguimos al pedir este deseo es la desinhibición y no podremos alcanzarlo si sobre nuestra mente pesa la losa de la perfección gramatical.
El tercero de los deseos que le vamos a pedir al genio es el de tener agilidad con la gramática básica. Y cuando digo básica dejo de lado, de momento, los famosos y temidos phrasal verbs, los idioms y demás molestos familiares. Practique y repase las estructuras afirmativas, negativas e interrogativas, el verbo to be, to have, la conjugación de los verbos irregulares más comunes, los contables y los incontables, el presente perfecto,…. Repita una y otra vez las frases en voz alta hasta que las controle. Al igual que en matemáticas, una vez que domine las tablas de multiplicar podrá lanzarse a resolver operaciones más avanzadas.
Llegados a este punto debo decirle que nuestro genio es muy bondadoso y nos concede dos deseos más. Estas dos concesiones son la ampliación del vocabulario y la correcta pronunciación. Ambos objetivos se pueden conseguir leyendo un best seller al mes sin diccionario, si tiene un nivel de inglés intermedio o más, o bien escuchando palabras y expresiones de forma repetitiva, entre otras recomendaciones prácticas.
Alberto, nuestro director de compras que conocimos al inicio de este artículo, tiene las prioridades cambiadas y año tras año se condena a continuar con unas clases de inglés insulsas que no le dan resultado y, lo que es peor, las aborda sin esfuerzo ni ilusión porque no existe ningún estímulo que lo motive. Si existe un secreto en el avance en cualquier materia está en el profesor, ya que un buen docente actúa como catalizador del esfuerzo.
Si el profesor es mediocre y no sabe motivar, el esfuerzo y las ganas por mejorar no van a aparecer en el alumno, que identificará el inglés con el aburrimiento. Por el contrario, si ese profesor es capaz de mover al estudiante y le sabe impresionar a cada momento con amabilidad, cortesía, flexibilidad, constancia, diversión, seriedad y profesionalidad guiará a sus estudiantes con firmeza hacia su objetivo. Un excelente profesor sirve de empuje para que el alumno se decida a tragar agua fuera del aula, en las situaciones del mundo real, y, así, progrese. La labor de un profesor es transmitir su conocimiento con una pasión tal que enganche, movilice y provoque entusiasmo y curiosidad en sus alumnos. Es el alumno quien aprende, no el profesor. Pero compete a éste inspirar a aquél para hacer ese esfuerzo que siempre es necesario para que la curva de aprendizaje cambie de trayectoria.
Mi recomendación para Alberto y para usted, si lo desea, es que aborde este proyecto con voluntad, que combine el aula con la exposición a situaciones reales, que trate de abordar un programa de inmersión lingüística con angloparlantes de distintas nacionalidades, con acentos y profesiones variados y que busque un estímulo para no decaer en el intento de hacerse con el inglés. Es un esfuerzo que merece la pena.
Fuente: Expansión
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miércoles, 1 de febrero de 2012
El genio de la lámpara habla inglés
Publicado por
leoriento
en
7:06
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Etiquetas:
FORMACION
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