domingo, 5 de febrero de 2012

La hora de los audaces


Está claro lo que se espera de una persona que lanza o se pone al frente de una empresa: generar negocio y dar buen ejemplo a los que la forman. Una misión simple de expresar; sin embargo, algo más complicado de convertir en una realidad tangible.
Las empresas se construyen a base de acertar más que fallar en las acciones que emprenden quienes las forman. Las acciones nacen de las decisiones previas que se adoptan, y éstas se asientan en diagnósticos de la realidad. La objetividad sobre las circunstancias y sobre uno mismo (que se pronuncia humildad) facilitan un diagnóstico ajustado. La confianza en el equipo, la fortaleza ante las dificultades y la constancia en el esfuerzo apuntalan acciones eficaces. Entre medias nos queda la decisión.
La última hora de nuestro tiempo exige que nuestros empresarios y directivos emprendedores decidan y se decidan con magnanimidad, es decir, que aspiren a más, tengan afán por lograr metas grandes; eso les obligará a ser audaces, a asumir una capacidad de riesgo: la posibilidad de conseguirlo.
Aterricemos en nuestro día a día. La crisis y la escasez ha hecho de la necesidad virtud: el cierre de empresas y el desempleo sólo se palia con nuevas empresas y nuevos empleos. Mis alumnos emprendedores y gestores me dicen que ahora se emprende menos, pero se emprende mejor.
La calidad de los proyectos, que no es otra que la calidad personal y profesional de los que los crean, se ha elevado, los análisis y planes de acción están más trabajados. También me insisten que precisamente porque mucho se ha destruido, han surgido nuevas oportunidades. Están ahí para quienes las sepan identificar y satisfacer.
Ya no somos ricos, pero no nos han amputado ni la cabeza ni las manos. Hay menos liquidez, pero el dinero no ha dejado de ser un recurso inerte sin un emprendedor que lo multiplique. La crisis entraña el empujón que les faltaba a quienes pueden y saben.
A los que trabajamos por cuenta ajena, la crisis también nos ha dado un aldabonazo. Hay que asumir la responsabilidad de trabajar en nuestras empresas con afán emprendedor, multiplicando nuestros esfuerzos, eficiencia y responsabilidad a todos los niveles. Se lo debemos a los demás.
Fuente: Expansión

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