jueves, 9 de febrero de 2012

La jungla empresarial: del 'Homo pringadus' al 'Homo ascensis'


Con demasiada frecuencia se dice que el entorno laboral es una jungla y, hasta cierto punto, es verdad. Nos creemos muy competentes y avanzados, pero en realidad no hemos evolucionado tanto y en determinados contextos afloran nuestros instintos más primitivos. El 'Homo pringadus', 'ascensis' o 'garrapatis' son algunos de los especímenes que más afloran en las oficinas.
Para muchos profesionales las empresas son casi un zoológico en el que se sienten enjaulados y obligados a hacer cosas que no querrían hacer. Según dice Enrique de Mora en su libro Animaladas quizás estos comportamientos explican las rarezas que afloran en la oficina y que demuestran que no hemos evolucionado tanto como creemos.
Mora defiende que revisar algunas claves del comportamiento animal puede perfectamente ser ejemplarizantes para nosotros, los humanos, en el trabajo y fuera de él. En este zoológico empresarial hay muchos especímenes en evolución que reconoceremos fácilmente.
El jefe (Homo joputa)
Es el jefe de la manada. Se le distingue con pasmosa facilidad aunque no lleve melena. Se nota que es el que manda en su mirada, en su sonrisa, incluso en su forma de moverse. Es un depredador, generalmente inteligente, por lo que sabe contener sus impulsos. Como el león, su actitud más persistente consiste en observar. Si las cosas se tuercen, y decide que aflore su agresividad lo hace con contundencia y da buena cuenta de su víctima con un zarpazo certero. Es especialista en cazar al acecho, en los pasillos y salas de reuniones, pero generalmente prefiere la emboscada en su despacho.
El resto de la manada está siempre atento a su humor y sabe cuándo el día se presenta bien o mal. A veces tiene un arranque de sociabilidad y empieza a recorrer territorios menos nobles que sus dominios. Esta llegada produce un efecto reverencial (o ¿atemorizador?)
Los jefes son animales solitarios, como el águila, el tigre o el león macho. Durante los últimos años han evolucionado a una versión más suave: el jefe bueno, amable, que se esmera en mostrase receptivo. Pero no nos engañemos, su obsesión siguen siendo los resultados.
El jefecillo (Homo pringadus)
Es un miembro de la manada de segundo orden. Es lo que se suele denominar mando medio. Tienen una única aspiración: llegar a ser el jefe supremo. Es una curiosa mezcla entre un carnívoro menor y un ave de rapiña. Son carroñeros y actúan a menudo con nocturnidad y alevosía. Entre sus congéneres se encuentran muy cómodos y les gusta alardear de sus logros.
Según los manuales de management, los jefecillos y mandos medios son piezas clave del engranaje empresarial, porque son los que viven el día a día en toda su intensidad. No obstante, hay que estar alerta porque aunque hayan sido ascendidos a mando medio no quiere decir que sean buenos gestores y mucho menos de personas. Por tanto, son más peligrosos de lo que perecen.
El trepa (Homo ascensis)
El trepa es un individuo, generalmente macho, que está siempre acechando una oportunidad para reivindicar sus méritos, a ser posible poniendo en evidencia a otro integrante de la manada. Viven en hábitats dispersos y pueden estar en cualquier departamento.
Se caracterizan por sembrar la cizaña en las organizaciones, se apropian de los resultados ajenos y salpican la reputación de otros. No son animales cooperativos y casi siempre van por libre, entre otras cosas porque los otros integrantes de la manada rehúyen el trabajo en equipo con ellos, porque el trepa siempre afirmará que lo ha hecho él sólo.
Son muy hábiles, inteligentes, observadores y grandes estrategas, lo que les convierte en personas especialmente peligrosas. De hecho, se tarde bastante en identificarlos porque tienen habilidades sociales destacadas e incluso cualidades sociales razonables, aunque prefieren usar caminos más rápidos que la abnegación y la deportividad.
El sabelotodo (Homo plastis)
También llamado don Perfecto. Es aquel que siempre sabe el dato que pide el jefe. Si se interesa por una actuación de la competencia, la conoce; incluso, cuando muestra interés por acudir a un restaurante bueno, el sabelotodo conoce al dedillo toda la zona.
Tiene respuestas y opiniones para todo. Sin embargo, a veces incurre en explicaciones complicadas y retóricas para enmascarar sus lagunas en algunos temas. El homo plastis tiene características gallináceas. Se pavonea siempre que puede y despliega todo lo que él cree que son encantos.
Adora las reuniones. Es su lugar natural de esparcimiento donde alardea de todo lo que sabe, y no se suele percatar de que el resto de asistentes le está maldiciendo.
El informático (Homo computis)
En esta especie predominan los hombres. Son siempre jóvenes (¿Se imagina la poca credibilidad de un informático sesentón?). Hay que renovarlos continuamente. Cuando entra en acción, el informático siempre va solo. Sin embargo, si uno se adentra en las entrañas de la empresa puede llevarse la sorpresa de que en su guarida convive con otros como él.
Ven a los empleados de su empresa, a los que ellos llaman usuarios, como seres inferiores, incapaces de entenderse con una máquina tan básica como el ordenador. Para lograr contar con la colaboración del homo computis hay que someterse a un largo y complejo protocolo que empieza por describir la incidencia.
Los informáticos conforman una especie inofensiva y de gran utilidad para la empresa. Sin ellos, cunden las alarmas. Si se cuelga el sistema, se cuelga la empresa.
El consultor (Homo garrapatis)
Vive en otros hábitats, generalmente florecientes y paradisíacos, pero no invita nunca a ellos a otras personas y se siente más cómodo en el entorno de sus presas, esas a las que llama “clientes”. El consultor aparece y desaparece con la misma rapidez dejando generalmente grandes destrozos.
Siempre es amigo de un jefe o jefecillo. Suele tener modales exquisitos, pero hay que estar siempre vigilante porque te puede clavar el puñal por detrás. Está programado para defender su relación con la empresa y se supone que ésta beneficia a ambos miembros de la asociación. Sin embrago, lamentablemente, la mayoría de las veces no es así.
Es casi un parásito. Un error muy común de las empresas es lograr sacudirse al consultor-parásito que simplemente les ha debilitado y sustituirlo por otro, con la esperanza de que les cure, pero lo único que consigue es que les acabe de matar.
Fuente: Expansión

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