sábado, 4 de febrero de 2012

Cómo evitar el cierre de una empresa en diez pasos, según Russell Bedford


Más del 90% de las empresas acaban en liquidación por no entrar en concurso a tiempo

El 60% de las empresas españolas que entra en concurso de acreedores son de pequeño tamaño y el 90% de ellas acaba en liquidación por no haber actuado a tiempo, según la firma de auditoría y asesoramiento legal Russell Bedford, quien advierte de que el concurso puede terminar por convertirse en su "tabla de salvación".
Estas cifras ponen de relieve las muchas dificultades por las que atraviesan los pequeños empresarios a la hora de afrontar una situación de insolvencia, debido generalmente a la falta de medios y al desconocimiento legal que les lleva incluso a arriesgar su patrimonio personal con el fin de salvar "a la desesperada" sus negocios.
Para prevenir estos posibles cierres, Russell Bedford ha elaborado un decálogo con los pasos más importantes que estas pequeñas empresas deben seguir para interpretar su situación financiera y así evitar dar el adiós definitivo a sus negocios. Hasta septiembre del pasado año los concursos de acreedores crecieron un 15% interanual, disparándose más de un 340% en lo que llevamos de crisis.
1.- Ordenar las cuentas es algo más que pagar impuestos. Uno de los problemas más comunes de las empresas es el descuido de sus cuentas. La mayoría no hacen un seguimiento mensual de su contabilidad y sólo la revisan al final del ejercicio, cuando tienen que calcular sus pagos a Hacienda. Russell Bedford considera muy importante que la empresa sepa en todo momento en qué estado se encuentran sus finanzas.
2.- Hacer un escáner completo de la situación de la empresa. Al contrario de lo que sucede en las grandes compañías, las pymes no saben hacer un diagnóstico exhaustivo de las cuentas porque carecen de recursos para ello. Lo más conveniente en este sentido es consultar a asesores económicos y legales para prevenir una posible insolvencia. También es aconsejable realizar un plan de tesorería para saber la cuantía de los ingresos, en qué se pueden gastar y hasta cuándo se puede pagar a proveedores y acreedores. Esto permitirá anticiparse varios meses a una posible insolvencia, tiempo suficiente para tomar las medidas necesarias.
3.- Podar antes de cortar el tronco. El símil de la poda de árboles es muy acertado en este decálogo. La reducción de costes va desde prescindir de gastos corrientes innecesarios hasta llevar a cabo una regulación de empleo, pasando por el cierre de oficinas. En este punto es preferible asumir que no se puede pagar a una parte de la plantilla que no pagar a nadie.
4.- Menos estructura y más eficiente. Para su correcto funcionamiento, una empresa necesita contar con los departamentos imprescindibles y que mejor se adaptan a su actividad. Además, al frente de estas áreas deben estar las personas más cualificadas, lo que implica prescindir de gestores poco formados que basan su gestión en la intuición.
5.- Un negocio atractivo siempre atrae socios. La falta de financiación ha llevado a un gran número de empresas a buscar inversores interesados en participar en el capital. Para conseguirlo, tanto la actividad como el plan de negocio de la compañía deben ser atractivos y ofrecer un escenario de rentabilidad a medio plazo. El respaldo de uno o varios socios siempre es una garantía a la hora de negociar con bancos y acreedores.
6.- No crecer con el dinero de otros. El error que cometen numerosas sociedades es el de crecer a base de endeudarse. Esto era posible antes de la crisis gracias al bajo coste y la abundancia de crédito, pero la actual situación ha demostrado que muchos empresarios vivían por encima de sus posibilidades.
7.- Si el negocio es viable, hay que comunicarlo. Tan importante como ser viable es demostrarlo. Para ello, Russell Bedford aconseja elaborar un plan de viabilidad a aquellas empresas que tengan previstas dificultades financieras en los próximos meses y exponer con total transparencia ese plan a sus acreedores.
8.- Dar la cara ante los acreedores. La mayoría de las empresas tienen cuatro tipo de acreedores: los trabajadores, los proveedores, las administraciones públicas (Hacienda y la Seguridad Social) y las entidades financieras. Aunque todos son importantes, cada compañía, en función de sus intereses, deberá priorizar a cuáles de ellos paga con más diligencia, sin olvidar a ninguno de ellos. Solo dando la cara ante los acreedores se podrán alcanzar acuerdos que permitan la supervivencia, ya que ninguno está interesado en perder clientes.
9.- No vivir ahogados. Una vez establecida la prioridad de pago entre acreedores, el paso siguiente es fijar los plazos. Si la empresa no puede pagar de forma inmediata, deberá negociar con los acreedores un calendario. En general, teniendo en cuenta la crisis actual, los acreedores suelen aceptar que la empresa pague a un año, ya que si reclaman por vía judicial la espera será mayor. Esto permite a la compañía sanear sus cuentas con más holgura. Sin embargo, si la ampliación del plazo no es suficiente, lo más correcto será solicitar el concurso de acreedores.
10.- El concurso no es el fin. Ningún empresario quiere añadir a su currículum la solicitud de un concurso de acreedores dado el estigma social y empresarial que ello supone. Sin embargo, Russell Bedford señala que el concurso es un procedimiento legal obligatorio creado precisamente para que las empresas refloten su negocio a través de una negociación con sus acreedores aunque, sin adoptar las medidas anteriormente expuestas, la empresa entrará en liquidación de todas formas.
"Al contrario de lo que sucede en otros países europeos, y en especial en Estados Unidos, en España no está bien visto el concurso de acreedores, lo que explica que muchos empresarios mantengan con ventilación asistida sus negocios a la espera de un milagro. Por su carácter emprendedor, el empresario siempre tiene esperanza, lo que le lleva a no actuar a tiempo y a no solicitar el concurso con un sólido plan de viabilidad", asegura Jaime Navarro Llima, socio del departamento de insolvencias de Russell Bedford.

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